La depresión afecta a entre el 8% y el 12 % de la población. Representa la principal causa de discapacidad (la primera, según las previsiones de la OMS para 2030). Nuestro psiquiatra, Jose María Salmerón, nos dedica en este artículo unas palabras sobre la depresión.
Existe una banalización por parte de la sociedad con respecto a la valoración de depresión. En general, se percibe como una reacción emocional a acontecimientos adversos de la vida. A partir de ahí, surgen todo tipo de valoraciones peyorativas y negativas sobre el paciente deprimido:
La realidad es que muchos pacientes cuando llegan a consulta experimentan estas dudas y temores con respecto a su depresión. Esto es debido a la presión y valores sociales imperantes. A veces, dedico algún tiempo para explicarles lo que es una depresión, detallando sus síntomas y su correlato neurobiológico.
En mi consulta, a los propios pacientes que piensan esto de su depresión, les pregunto: si a un paciente con cáncer de mama o de colón le decimos que no existe, que son simuladores, que no hacen lo suficiente para estar bien, ¿cómo cree que se sentiría?
Toda esta percepción y opinión social sobre la depresión lo único que hace es estigmatizar al paciente, disminuir su autoestima (ya de por sí muy afectada por la enfermedad), empeorar notablemente su enfermedad y alejarlo de una solución con ayuda profesional. Por otro lado, con muy buena voluntad, pero desacertadamente, los familiares y amigos del paciente deprimido tratarían de ayudarlo animándole a “que haga actividades” , “que piense en positivo” o “que ponga de su parte”.
Uno de los síntomas principales de la depresión es la anhedonia, que significa incapacidad para sentir placer en aquellas actividades o situaciones que antes eran gratificantes. Si a un paciente con anhedonia le pretendes ayudar animándole a que haga actividades, salga y se divierta, obtienes el efecto contrario ya que el paciente se siente peor, no disfruta en las situaciones que antes lo hacía y puede empeorar.